en el profundo intento de destrañar con minucia la propia pelotudez, he aquí otra manifestación:
Tropel de desencuentros,
zumba la tormenta dentro y fuera de mi cabeza
y hasta en el mismo límite,
¿podemos pretender,
exagerar otra cosa?
De absoluta manera se da el caso
de algunos pocos afortunados
que simplemente montan la ola
sin interrumpirse a sí mismos,
pero la gran mayoría,
los que pasamos la pelota
y no hacemos gol,
estamos ahí,
en el "casi" perturbador,
en el destiempo perpetuo
del baile "casi" eterno
(ni a los muertos recién muertos
les es dado descansar,
y su testimonio es tan mudo,
elixir del error).
¡Hay tantos elementos del circo en la vida,
tantas grietas u oportunidades en las cuales colocar,
con más o menos franqueza,
toda la propia pelotudez,
todo el desesperado afán del desencuentro,
el afán de que nos sea imposible tocar, tocar,
agarrar y convertirnos,
dejar de ver el fino vidrio que nos separa infinitamente
para ser, qué se yo,
otra cosa!
¿Si nos convirtiésemos en otra cosa, lo sabríamos?
¿O, como idiotas, defenderíamos entonces una cosa sola? ¿¿Fuimos ya otra cosa?? (miedo preventivo)
No puedo entender a nadie ni, masmenosigual, a mí.
Intentaré ahora deliberadamente quizás,
no entender.
A ver si, tal el milagro,
nos llegáramos a encontrar
tan lejos.
Porque soy/s toda una malinterpretación de mi parte,
incluso cuando digo que soy/s una malinterpretación.
¡Todavía no comienzo a escribir y ya comencé errado!
¡Qué lejos estoy aún!
¡Siempre!
Nada hago de justicia al ser al procurarle justicia,
aunque de tanto intentarlo sude mi sangre.
Mi sangre acude diligente
a asistir mi confusión
y no resuelve
dentro ni fuera.
¿Es igual sangrar por cualquier cosa?
La sangre humana, ¿ha sido siempre igual?
El mascarín que sostenemos
sostenido por esos pobres "5 ó 6 litros" de sangre
es sólo eso
y es todo el resto también
pero es imposible saberlo.
Lo mismo con cada cosa.
Sangre, piel, aire, cabello, iris, lengua, estómago,
¿qué es eso? ¿Cómo vivís con ello? ¿Como yo? ¿Yo qué? ¿De veras? ¿Has hablado? ¿He escuchado qué?
Desconozco y todo.
No empieces.
Odiaría que lo intentes.
No hables.
No quiero saber
si no voy a saber.
Voy a perseguir el espacio
el espacio exterior
(que es lo menos parecido al espacio)
hasta estar seguro
que no voy a entender
y que puedo volar
simplemente por eso
chocando mi fluída pelotudez
contra cualquier bella pared
y llamarle desencuentro
convivencia
justicia
sin maldad.
¡A subir el volúmen del zumbido
y que truene a cero!
Y como un idiota
reiré
porque hasta el más idiota sospecha
que detrás de todo hay una orquesta
y que es imposible desafinar. Tu tumor,
nuestros cánceres,
ah!
son una caída de nota
que sugiere todo el resto de la pieza!
¡La realza! ¿Cómo se ha llegado a eso?
¿Dónde cuándo la tragedia tomó otro rumbo
y, trasvestida, nos hunde?
¿Porqué el instrumento más humilde,
en su solo,
deja de escuchar el silencio
que hace todo lo demás para escucharlo?
!Es esa la sutil seducción,
la de asistencia perfecta!
¿No hay siempre acaso
una propia comisura que esconde algo de risa?
No recurras a tu sangre
hasta que hayas tomado de toda el agua,
porque esto no es una tragedia
ni es el mar,
esto es una gota
y plop,
¿qué es?
Escapemos ¡por favor!
de este fin tan precario
diseñado desde tiempos de piedra
y gemidos precarios (que luego, también, trasvestimos).
Mi mano es para vos para que caigas
porque me caigo,
y si me ves volar es la coincidencia
de no haber golpeado el piso aún
y que rías de antemano,
porque aunque luego llore
no voy a entender
y si me hicieras reír
te lo agradezco:
no desafinaría
tan hermosa confusión.
Tendríamos, siempre,
la libertad de desencontrarnos
y seríamos, sin saberlo,
pequeñas sinfonías,
sin fin.
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