jueves, 29 de junio de 2017

estoy sentado a la mesa en la esquina del bodegón, cerca de la ventana. observo sin ansias el mundo a mi alrededor, el lento deglutir de vino y el lento corroer de la piel. los ojos a mi alrededor ya no inspiran nada, la melodía que se ensaya de fondo está gastada. pero nada de eso logra activar mis vísceras. todo es súbitamente indistinto, y fluido. si no estuviera sentado acá sería exactamente igual, si estuviera en otro lugar me pregunto si sentiría lo mismo. muy probablemente sí, el bodegón se extiende hasta todo mi futuro. el encargado me trae otra copa de vino y deja una observación aguda muy aguda, que me hace reir lento y luego más fuerte, cuando él se fue y nadie me mira. me tapo la cara. la risa no es mía sino de todos o para todos. quiero anotar esa observación. reviso mi mochila y olvidé mi cuaderno, el cuaderno de todas las cosas que van a parar a la seca. estúpido cuaderno, nunca útil. también olvidé la birome pero es lo de menos. quizás le pida papel y birome al encargado, me pongo de pie y me arrepiento. si me ve escribiéndolo pensará que le robo una idea. o no. de cualquier manera ya está. ya es tarde. el momento se fue. el encargado vuelve a pasar cerca de mi mesa y le pido prestada la birome. saco una de las servilletas del servilletero, esas de papel muy fino casi plástico, que quitan seriedad a lo que las rodea y no quitan la grasa. pienso en la frase y casi que la olvido. olvidé una palabra. una importante. no hace tanto sentido escrita así. estúpida memoria. estúpido presente perpetuo. estúpida birome. escribo otra cosa, para rellenar el tiempo y no devolver la birome sin usar. lo que escribo es idiota, no es siquiera un pensamiento sino la excusa de un pensamiento para rellenar el tiempo o una servilleta que quita seriedad a lo que la rodea pero no la grasa. estúpido. pago y me voy. dejo la birome y me llevo la servilleta en el bolsillo, que no dice nada. cuando vuelva a casa seguro se me ocurra algo para escribir. seguro.

nunca estuviste tan linda como el día en que no se te vio más

el arreglo es el siguiente:
te conozco cuando estás mal, algo abajo, inquieta, con ganas de moverte sin saber hacia dónde. ahí me conocés a mí, ligero y afiladísimo en el momento justo, dispuesto a fingir que es magia. los ojos te penetran e inquietan en el lugar mismo donde ya estabas inquieta. pataleás y me puteás pero no me voy porque estamos ahí, y cuando estamos ahí lo sé. la cosa se pone áspera y seguimos, yo veo tus ojos y lo veo. es así. pronto, con algo de fortuna y astucia cósmica, esa segunda vuelta sobre tu inquietud completará la vuelta, y te traerá de vuelta al punto neutro, cero, que se siente como haber hecho un paso hacia adelante aunque estás en el mismo lugar, apenas sintiéndote mejor. entonces me mirás y ya no querés que mis ojos te penetren. ahora yo cargo con tu pesadez, dimos la vuelta y acá estoy del otro lado, soy un recuerdo demasiado fresco, este arreglo que ahora preferís esconder tras esa cortinita oscura junto a tus otros arreglos olvidados. querés pensar en ese cero y nada más, olvidar, aprender otro día. y me dejás porque es mucho para vos. el pasado ahora no importa, decís, mirá lo que es el presente! gracias por todo pero ya está. yo pataleo algo y me voy, cuando se acaba de veras me voy de veras. me llevo los ojos adonde alguien no aburra con su duro bienestar, alguien que necesite mover. dudo que tenga éxito ya que el arreglo es así y no funciona a la inversa, pero me alegro por vos, sinceramente. espero te haya gustado porque odio repetirme. ni se aceptan devoluciones.


miércoles, 14 de junio de 2017