viernes, 7 de septiembre de 2012

reflejo en constancia.

Un puente rodeado de fragmentos de túnel que impiden la visión clara de la transformación de las circunstancias, hasta que parpadeo sobre el estado final con un mundo irreversible, las cartas echadas vuelan hasta el viento que condena la emoción del recuerdo. No se alcanza a ver un horizonte pero la niebla es agradable, digna confusión que suda desde el puro río y despierta mi piel, otra vez. El aire es un capricho más en cuanto el cielo muere y quedamos nosotros, con los pies en tránsito y nada en el bolsillo con qué negociar más que la última lágrima.