un juego de almas dobles
brotando de un lugar igual,
de espejos que romper
en mil pedazos
y encontrar.
de morir con la mirada
en la orilla opuesta
del horizonte circular
y caberse el silencio pleno
del espacio que ocupan
las palabras que no decimos,
espacio que encierra
a las palabras
que nos atan mudas
y que existe
por ser invisible.
porque nos envuelven
con manos
decididas a
no dejar de tocar
y a deshojar escamas
hasta la gota de tinta
que nos pinta el alma
en una.
martes, 22 de julio de 2014
Osvaldo
Aplauso. Ensordecedor. Crece como si el accionar frenético del choque de palmas lo multiplicara reproductivamente, exponencialmente. Inmediatamente los vanguardistas de la ovación se ponen de pie, y los siguen todos los demás, imitando pero justificando. Se sostienen los aplausos y se escuchan gritos eufóricos, "viva!", "bravo!", "maestro!!", y otros más originales menos comprensibles. El espectáculo es conmovedor, el sonido inunda como si la sustancia del aire en la sala se hubiera transformado, emocionado.
El maestro, de pie, visiblemente abrumado, parecer querer abrazar al mundo en cada reverencia. Sus brazos de esmoquin agotado se desprenden hacia el espacio todo, como queriendo atrapar con la yema de los dedos el pulso de este momento de gloria, de parálisis extática.
Lentamente, con exagerada reticencia, los aplausos van callando. Los miles de cuerpos presentes ceden, colmados, a la resaca de tanto gozo, tanta belleza. Luego de esos minutos que quedarán tatuados en la memoria estadística y emocional de cada presente, el silencio le sigue y mancha el espacio con la grosura que deja el agua húmeda después de una tormenta de verano.
El maestro, agobiado de placer, gira y se dispone a retomar su lugar.
Desde el fondo de la sala, de repente y con énfasis:
"Osvaldo, sos un hijo de re mil puta!!"
Silencio.
El maestro, de pie, visiblemente abrumado, parecer querer abrazar al mundo en cada reverencia. Sus brazos de esmoquin agotado se desprenden hacia el espacio todo, como queriendo atrapar con la yema de los dedos el pulso de este momento de gloria, de parálisis extática.
Lentamente, con exagerada reticencia, los aplausos van callando. Los miles de cuerpos presentes ceden, colmados, a la resaca de tanto gozo, tanta belleza. Luego de esos minutos que quedarán tatuados en la memoria estadística y emocional de cada presente, el silencio le sigue y mancha el espacio con la grosura que deja el agua húmeda después de una tormenta de verano.
El maestro, agobiado de placer, gira y se dispone a retomar su lugar.
Desde el fondo de la sala, de repente y con énfasis:
"Osvaldo, sos un hijo de re mil puta!!"
Silencio.
en seco
El idiota marcha enceguecido.
La sigue.
No sabe bien para qué.
Ni su nombre.
Pero la sigue.
Y es todo lo que puede hacer.
La conoció hace poco
dos miradas en un tren
y no supo qué hacer
sino seguirla
sintiéndose idiota
pero de alguna manera eso lo conforta
y la sigue.
"También conocí unos idiotas
que persiguieron a dios",
se repite justificando
sin necesidad de hacerlo.
"Si ahora se diera vuelta
y me mirase
quizás ya no sería tan idiota"
piensa
y para en seco,
aterrorizado.
Lanza un grito
da media vuelta
y corre,
enceguecido,
idiota.
negro
una primera vez te vi
y tus ojos eran oscuros
negros
o muy negros
tan negros
que desperté
de noche
porque los ví
y miré
y volví a mirar
como se mira el cielo
sin levantar la vista.
eran negros
(pero no juraría)
porque cuando los vi
todo era negro.
tan negros
que dudo haber estado
ahí mirando.
un sólo reflejo me colmaba
la suma de todos los colores
y la ausencia de sombras.
la raíz oscura
de todos los matices
y aún no juraría
porque cuando todo es negro
no hay certeza.
tan negros
como la ceguera
y el suspenso.
pequeño centro espejado
donde colores y reflejos
van a morir, sometidos,
como una sola tinta
en el fondo de tus ojos.
espacio negro
que interrumpe el ciclo
y anula el contraste
y tropiezo
ciego
negro.
cuando todo ese negro
yo no veía mis manos
ni mis pies
ni mis párpados
reconfortantes.
no había movimiento
pero una sola gran cosa
que me abraza
y no tengo más que hacer.
eran tus ojos, negros,
una vez los vi.
y cuando rojos
verdes, dorados
púrpuras, grises
azules, tardes
pálidas
vinieron disfrazados
el negro se filtraba
por atrás
como grieta
en la forma incompleta.
una vez cerré los ojos
en otra cama
y todo era negro.
el arco de tu ojo
negro iris
era la gravedad del blanco.
mis noches te persiguen
para poder dormir
y tengo miedo de dormir
y que sea negro.
y tus ojos eran oscuros
negros
o muy negros
tan negros
que desperté
de noche
porque los ví
y miré
y volví a mirar
como se mira el cielo
sin levantar la vista.
eran negros
(pero no juraría)
porque cuando los vi
todo era negro.
tan negros
que dudo haber estado
ahí mirando.
un sólo reflejo me colmaba
la suma de todos los colores
y la ausencia de sombras.
la raíz oscura
de todos los matices
y aún no juraría
porque cuando todo es negro
no hay certeza.
tan negros
como la ceguera
y el suspenso.
pequeño centro espejado
donde colores y reflejos
van a morir, sometidos,
como una sola tinta
en el fondo de tus ojos.
espacio negro
que interrumpe el ciclo
y anula el contraste
y tropiezo
ciego
negro.
cuando todo ese negro
yo no veía mis manos
ni mis pies
ni mis párpados
reconfortantes.
no había movimiento
pero una sola gran cosa
que me abraza
y no tengo más que hacer.
eran tus ojos, negros,
una vez los vi.
y cuando rojos
verdes, dorados
púrpuras, grises
azules, tardes
pálidas
vinieron disfrazados
el negro se filtraba
por atrás
como grieta
en la forma incompleta.
una vez cerré los ojos
en otra cama
y todo era negro.
el arco de tu ojo
negro iris
era la gravedad del blanco.
mis noches te persiguen
para poder dormir
y tengo miedo de dormir
y que sea negro.
pájaro en mano
Ideas para atraer pájaros
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no más tic
esperé ya tanto
y tan muchísimo
que relojes
me tiran agujas
y se me clavan en el cerebro
en un lugar gris
opuesto a dos movimientos
opuestos,
y mueren en el medio
como una pelusa.
pero voy a agarrar una piedra
y clavártela en el engranaje
para que calles esos
insufribles tics
ad tic
prolongados
y sequísimos.
y desabrocharte los botones
sin tiempo alguno
y desandarte mi vida
entera
con paciencia monstruosa
y que te calles
hasta el próximo
tic
y tan muchísimo
que relojes
me tiran agujas
y se me clavan en el cerebro
en un lugar gris
opuesto a dos movimientos
opuestos,
y mueren en el medio
como una pelusa.
pero voy a agarrar una piedra
y clavártela en el engranaje
para que calles esos
insufribles tics
ad tic
prolongados
y sequísimos.
y desabrocharte los botones
sin tiempo alguno
y desandarte mi vida
entera
con paciencia monstruosa
y que te calles
hasta el próximo
tic
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