No encuentro inteligencia en mí para creerte, a vos que venís con ideas muy santas y toda una maquinaria de realización que llega a tus manos por razones que nunca podrías entender sin matar lo que hacés. Con tu divisoria de aguas te conformás para dejar de lado todo el otro lado del andén, los que no viajan con vos, los que les toca viajar en hora pico y comerse un sandwiche plastificado en la estación y otro a la vuelta. ¿Cómo podés decir que de tu lado está la belleza? ¿Cómo podrías ver por fuera de tus elegantes pestañas del culo?
La complejidad infinita de cada pequeña acción es radical y cada día más, y apenas alcanza para ver cómo se diluye perpetuamente el ser y sólo poder volver a cero, para quien se atreve a mover. Y con todo lo que hoy ya tragaste todavía venís a moralizar. No te alcanza con saber lo poco que ves, sino que encima te zarpás y me venís a decir que eso debe ser lo mejor. Osás hablar de belleza ulterior y sólo me hablás de vos. ¿Dónde está tu tacto amazónico? ¿Dónde dejaste esa sed de amar el beber y no el saciarse?
Cuánta justicia te hiciste. Mataste a toda una mitad con pocas palabras, desde la mesa de un café, donde no hacía calor ni frío y la cucharita la agarrabas vos con alguna de tus dos manos porque nadie te dijo nunca que eso pudiera también ser una simple estupidez.
Si vos encontrás razón para creerte, supongo es porque apenas sos un experimento como yo y aquel, pero vos sos uno muy fiel. Servís a la decadente polarización y, mal que te pese, hace rato venimos buscando el centro. Será muy dulce el sabor para cuando se es vos, pero no deseo el gusto amargo de tu boca al apagarse. Porque te va a faltar toda una mitad y no te va a quedar ni una gota de saliva para imaginar lo que dejaste todo alrededor, del otro lado del andén que es un espejo.
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