Tenemos la suerte de no ser los únicos en nada. Y hay en esa suerte suficiente apoyo emocional para cualquiera, e igual cantidad de amnesia popular. Algún día, en el futuro, cuando se descubra lo ordinarios que fuimos y ya no seamos recordados por nada, no sabremos si hemos amado, si hemos sido movilizados por ello, si fuimos impulsores o detractores de una época, si preferíamos el otoño a la primavera, si sufríamos por indignación o, ligeros, contemplábamos la llegada de este último gesto con que el cosmos nos libera de todo.
Cuando ese día llegue serás igual a tu adversario, a tu indistinto, y, quién sabe, quizás incluso, y sólo entonces, seas igual a quien amaste.
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