algo de la electricidad de mi
que le quemaba
algo del rayo corto y casi permanente
desde el suelo
hasta el 1,75mts sobre el suelo
de mí
con manos y boca y una autonomía compleja
capaz de ser un rayo
capaz de fulminar
capaz de rozarla lo justo
y a tal ritmo
de desflecarla
con todo el peligro,
hasta la frontera
del penúltimo fleco
que es todo ternura
y todo muralla
ese fleco que
por necesidad
es el opuesto
a ese rayo de mí,
y que es el dueño
de la perla;
hasta ahí nomás llegué
al fleco que más esconde un qué
soy tuya,
me dijo,
mientras hablaba para adentro
con sus flecos
intactos
y preparaba mi despedida
mientras yo todavía
pedía el champán
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