caigo
profundamente enfermo
en una grieta
acostado
en lo que parece el fondo
mirando al cielo
porque abajo
se pone oscuro
y no es el vértigo
al oscuro
sino la interminable
fiebre
del callejón muerto
la que seduce
al deseo
cuando dos lados
te parten la cabeza
y todavía
se ve
el cielo
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