lunes, 18 de agosto de 2014

sospechando observé
una vez
a un hombre sin sol
atajado al fondo
en sus sombras
me dijeron sus ojos
de toda esa caída
que no supieron ver
a su espalda
el peso de la luna
y saltaron al vacío
con lo inevitable
cuales héroes patéticos
inaugurando el suicidio lento
en una lágrima
lenta y amarga
y rodando por el suelo
seco,
inmediatamente después
ensombreció su boca
atada su lengua
al filo de los dientes
desangrándose
por la muda herida
que llegó desde adentro
por donde respira
la garganta,
cayeron después sus manos
hasta tocar el piso
con todo el peso
y quebrarse
por la inercia
de las rodillas
que al saberse morir
dejaron de articular
sus pies se arrastraron
inmóviles
hasta el fondo
donde antes caía él
con su ser
y ahora invertidos
la planta hacia arriba
mirando el cielo
con el vértigo justo
de no caer
en sentido opuesto
nunca más,
su abdomen estalló
y desparramó
lo nunca digerido
que en la oscuridad
le fue imposible ver
y olía a años
de grises atascamientos
en los caminos viscosos
del mundo
y finalmente su cerebro
en súbito chasquido
golpeó el futuro

al ras del suelo
escupiendo un último quejido
impronunciable
hasta secarse todo
lejos del sol
clavado en la sombra



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