el mundo lo invitaba ahora a retirarse, elegantemente lo acompañaba
hasta el fin con reverencias de sombrero y caras magras por detrás
cerrando el decorado miope, secándose entre puntos finales.
nuestro antihéroe. callado. agotadas sus grandes palabras pequeñas monedas. sólo se interrumpe de tos, tosiendo con la certeza de no esperar otra cosa, el último ladrido de la luna. pensó en apurarse y sus piernas no. rengueaban lento detrás de los últimos latidos del pecho desinflado de bocanadas rancias, ásperas, cortando el aire por entre esos dientes malos.
su propia manchita en el piso mientras avanzaba hasta el mueble le evocó todo eso que supo, todo eso que dejó de saber. supo de belleza y de sagacidad, claros y oscuros. tuvo sus bichos. y ya no sabe más.
se arrastró hasta el cajón final donde el arma cargaba el gesto final. lo abrió con dificultad y el cajón, está vacío. puta, putea, vomita antes de tragar sin siquiera la fuerza y se atraganta y cae como una lágrima sobre el suelo alfombrado, quieto de desesperación, buscando un ojo que le devuelva la ventana. el párpado cierra una coma y abre un pecho blando de gusanos, dejando escapar el perfume amargo del fin del recuerdo fermentando desde la sien, a la altura de sus pies.
ya no late.
yace suspendido sobre un punto final.
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