martes, 24 de mayo de 2016

¿Es menester que me estalle el cerebro? Puede ser un verdadero incomodo, con las ganas que había de aprender a usarlo. Si me hube tomado la molestia (una molestia de lo más natural, por cierto) de intentar escuchar, escuchar atentamente a las palabras, escuchar su construcción, su origen, sus hipótesis. Pude ver el origen de muchas de ellas, y eso no esclareció la contradicción. Los sonidos no son armonías cuando se los escucha de a uno. Se pisan y raspan en su superficie sin función aparente, quizás creyendo, quizás construyendo una armonía. No se parece en nada al escuchar.
¿Y cómo escuchar todo a la vez? Es probable que haya todavía una instancia posterior al estallido, donde mi cerebro, desparramado exactamente según la explosión, se recomponga o no, pero sea similar a la orquestación del caos que es andar escuchando la realidad. Y entonces no tenga más que una butaca entre el público, y no pueda agregar sonido alguno. Todo será igual. Armónico. Indiferente. Sonido. Sostenido. Fade. Fade. Fade. Fade. Fade. Fade. Fade. Fade. Fade.... . . .  .  .  .  .   .   .   .    .    .    .     .     .     .      .      .       .         .          .            .             .               .                 .                   .                   .                    .


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