un borracho envejecido
se acerca a mi mesa
otro borracho más!
mi grave astucia
de guión afilado
desenvaina tres
o cuatro devoluciones
con la delicadeza
de nunca echar
ni tampoco convidar
pero un borracho envejecido
rara vez necesitó excusa
y se sienta a mi mesa
siempre a la mía
siempre otra vez
como yo
mis habituales devoluciones
esta vez son vanas
esa voz de borracho
envejecida
se impone
y me anticipa
como sujetando mis párpados
a lo que antecede
al ronquido de su voz
y después sus palabras
caen en el filo
de la explicación
de porqué me siento
en la mesa de un bar
de borrachos envejecidos
ni menos ni más
que un poeta
y uno que no es otra cosa
ni se especializa
simplemente lo es
y su pentagrama
yo no toco
yo estoy en la butaca
de la mesa de bar
entendiendo que al fin
aquí habemos un borracho
que nunca ha de envejecer
todo en él
ha perdido brillo
sobre todo su voz
pero hay algo
que no podemos atravesar
los que no somos él
y quizás ni él
y son sus ojos de cristal
que lo atan a sí
y a esa forma erótica
e inmortal
de crear un mundo
y ahora lo trae a mi mesa
que estaba envejecida
hasta que llegó él
dice llamarse Nacho
Nacho Wisky
y no causa ni una gracia
aunque mi alma ría
desencantada de mí
agradeciendo haberme equivocado
tantas veces
con tantos borrachos
que no me supieron decir
porqué estaba ahí
Nacho lo dijo una vez
y después también
cada vez que lo seguí
en su encantamiento angelical
lo dijo pero nunca entendí;
al despedirme cada vez
mis palabras destrozadas
y los nexos quemados;
otro mundo entró ahí
el mundo que caía
de su voz envejecida
y que me dejó
ahí sentado
eternamente
demasiado joven
ya nada puedo ver
sin mirar a sus ojos
porque mis mundos
son muy pequeños
y antes de morir
se los ofrezco a él
con fondo de ginebra
para que nunca le falte
una mesa de bar
donde sentarse a envejecer